Egipto fuera de Egipto. Las colecciones egipcias en los museos del mundo
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La configuración del mapa de colecciones egiptológicas fuera de Egipto es muy variada y compleja: públicas, privadas, pertenecientes a universidades, a fundaciones… La variedad es amplísima. También existe una gran diversidad en la manera de tratar sus fondos. La presentación de las colecciones acostumbra a variar en función del objetivo principal que se proponen, dependiendo de lo que desean resaltar y del mensaje que desean hacer llegar al público. A veces hay instituciones que ni siquiera se han planteado aún estas preguntas o que si lo han hecho no consiguen el objetivo propuesto. Son aquellas que están más inmersas en los proyectos de investigación arqueológica y de laboratorio, y no tanto en la difusión o la didáctica.
Aunque podamos destacar todas estas diferencias, igualmente se pueden constatar semejanzas. Es frecuente un deseo de renovación y, sobre todo, parecen compartir como común denominador el deseo de acercarse al público y, a la vez, lograr atraer al público. Hay que tener en cuenta que el receptor de este tipo de producto cultural cada vez es más amplio en número y en tipologías. El interés por el antiguo Egipto se ha ido despertando desde hace años entre todo tipo de segmentos de la población y estos usuarios que reclaman una mejor calidad y mayor variedad de presentaciones del producto del que son receptores
Las colecciones egipcias en el mundo
Para poder comprender con más claridad la situación actual de las colecciones egipcias en el mundo, dos referencias son la base necesaria: sus orígenes y la distribución geográfica.
Egipto fuera de Egipto: sus orígenes y evolución
El fenómeno de la formación de colecciones egipcias se puede remontar muchos siglos en el tiempo. Coleccionistas privados como la familia Medici, Turpin de Crisse, Esprit Calvet… ya mostraban su interés por la adquisición de objetos del antiguo Egipto: amuletos, sarcófagos, vasos canopos, joyas, papiros… Cualquier tipo de pieza arqueológica (y etnológica) era adquirida con la finalidad de aumentar su muestra de culturas de todo el mundo.
Pero será realmente a partir del siglo XIX cuando las colecciones privadas de todo el mundo occidental se verán nutridas de objetos traídos desde Egipto. Será básicamente después de la ocupación de Egipto por parte de las tropas de Napoleón Bonaparte, cuando la entrada de los países europeos en el escenario egiptológico será un hecho imparable. Además, la aparición en escena del pachá Mehmet Ali facilitará enormemente la dinámica expoliadora de los europeos en Egipto. Este gobernador (1805-1849) mantuvo una buena amistad con los diplomáticos extranjeros en Egipto, y su forma de demostrar tal relación cordial era ofreciendo regalos y favores. Regalos y favores en forma de sarcófagos, estelas, monolitos o joyas del antiguo Egipto que eran entregadas a los reyes de Francia (Carlos X), de Italia (Carlos Felice de Saboya) o a los museos de las naciones europeas.
Por otro lado, en estos mismos momentos estaba sucediendo un hecho revolucionario: el desciframiento de la escritura jeroglífica por parte de Jean-François Champollion (1790-1832) al descubrir a partir de 1822 el significado del decreto de Canopus, la famosa Piedra de Roseta. Este sería el punto de partida de la Egiptología como ciencia investigadora. Una ciencia, por entonces, en manos de los occidentales. Una ciencia con excavaciones financiadas por aristócratas e incluso reyes. El material resultante de estas excavaciones fue engordando las colecciones privadas de expertos y legos, de egiptólogos y aficionados (y posteriormente de los museos). Porque la norma, como en otros países no occidentales, consistía en que los objetos encontrados en las campañas arqueológicas en Egipto iban al país responsable de la misión arqueológica. Hoy en día, por ley, tales descubrimientos arqueológicos tienen que quedarse en Egipto.
La configuración del mapa de colecciones egiptológicas fuera de Egipto es muy variada y compleja: públicas, privadas, pertenecientes a universidades, a fundaciones… La variedad es amplísima. También existe una gran diversidad en la manera de tratar sus fondos. La presentación de las colecciones acostumbra a variar en función del objetivo principal que se proponen, dependiendo de lo que desean resaltar y del mensaje que desean hacer llegar al público. A veces hay instituciones que ni siquiera se han planteado aún estas preguntas o que si lo han hecho no consiguen el objetivo propuesto. Son aquellas que están más inmersas en los proyectos de investigación arqueológica y de laboratorio, y no tanto en la difusión o la didáctica.
Aunque podamos destacar todas estas diferencias, igualmente se pueden constatar semejanzas. Es frecuente un deseo de renovación y, sobre todo, parecen compartir como común denominador el deseo de acercarse al público y, a la vez, lograr atraer al público. Hay que tener en cuenta que el receptor de este tipo de producto cultural cada vez es más amplio en número y en tipologías. El interés por el antiguo Egipto se ha ido despertando desde hace años entre todo tipo de segmentos de la población y estos usuarios que reclaman una mejor calidad y mayor variedad de presentaciones del producto del que son receptores
Las colecciones egipcias en el mundo
Egipto fuera de Egipto: sus orígenes y evolución
Pero será realmente a partir del siglo XIX cuando las colecciones privadas de todo el mundo occidental se verán nutridas de objetos traídos desde Egipto. Será básicamente después de la ocupación de Egipto por parte de las tropas de Napoleón Bonaparte, cuando la entrada de los países europeos en el escenario egiptológico será un hecho imparable. Además, la aparición en escena del pachá Mehmet Ali facilitará enormemente la dinámica expoliadora de los europeos en Egipto. Este gobernador (1805-1849) mantuvo una buena amistad con los diplomáticos extranjeros en Egipto, y su forma de demostrar tal relación cordial era ofreciendo regalos y favores. Regalos y favores en forma de sarcófagos, estelas, monolitos o joyas del antiguo Egipto que eran entregadas a los reyes de Francia (Carlos X), de Italia (Carlos Felice de Saboya) o a los museos de las naciones europeas.
Por otro lado, en estos mismos momentos estaba sucediendo un hecho revolucionario: el desciframiento de la escritura jeroglífica por parte de Jean-François Champollion (1790-1832) al descubrir a partir de 1822 el significado del decreto de Canopus, la famosa Piedra de Roseta. Este sería el punto de partida de la Egiptología como ciencia investigadora. Una ciencia, por entonces, en manos de los occidentales. Una ciencia con excavaciones financiadas por aristócratas e incluso reyes. El material resultante de estas excavaciones fue engordando las colecciones privadas de expertos y legos, de egiptólogos y aficionados (y posteriormente de los museos). Porque la norma, como en otros países no occidentales, consistía en que los objetos encontrados en las campañas arqueológicas en Egipto iban al país responsable de la misión arqueológica. Hoy en día, por ley, tales descubrimientos arqueológicos tienen que quedarse en Egipto.
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